México, sometido ante nuevo fenómeno migratorio (En la Mira) Héctor Estrada El nuevo fenómeno migratorio en la frontera sur de México ha comenzado a rebasar límites antes impensables. Todo, ante la evidente ausencia del Estado de Derecho, el sometimiento de las políticas migratorias mexicanas y la necedad del gobierno federal para mantener medidas paliativas que no resuelven nada, pero intentan reducir inútilmente las afectaciones a la imagen de “heroísmo humanitario” que Obrador busca posicionar a nivel internacional.

Los bloqueos carreteros ocurridos los últimos días -a manos de las caravanas migrantes- y el secuestro de centros poblacionales, actividades comerciales y económicas subsecuentes han llevado el asunto a niveles insostenibles. Ya era evidente que las autoridades mexicanas habían sido rebasadas por la magnitud del problema; sin embargo, ahora parecen haberse sumido en un evidente sometimiento de incapacidad y ausencia omisa.

Y es que, las exigencias han tomado nuevas dimensiones. Dos caravanas de migrantes, de las tres que partieron hace dos días de la ciudad de Tapachula, se desintegraron el pasado domingo luego de que los migrantes, en su mayoría haitianos, aplicaran el mismo método de bloquear carreteras para exigir que el gobierno México les agilizara los trámites de sus visas y les facilitara camiones de traslado hacia otras zonas de la república donde reciban mejores condiciones de estancia.

Por eso el nuevo megabloqueo carretero de este lunes, bajo los mismos métodos de presión gubernamental. El asunto ha pasado de reventar garitas migratorias, atiborrar centros de tramitación para visas y desbordar ciudades, a secuestrar carreteras para exigir medios de transportación y mejores espacios de trabajo, dentro de un país que ni siquiera puede garantizar solución a sus problemas de desempleo interno.

Es claro que el nuevo fenómeno de migración en masa desde Centroamérica no es culpa del gobierno mexicano, ni que en sus manos esté evitarlo desde el origen, pero haber trasladado el cerco migratorio hasta la frontera con Guatemala para dejar “el nudo” lejos de la frontera estadunidense, a capricho de los vecinos del norte, sí ha sido su responsabilidad y ha agudizado inevitablemente el problema, con consecuencias internas como las que hemos visto durante los últimos meses.

Intentar convertir a ciudades como Tapachula en inmensos “refugios” o centros de retención temporal para miles de migrantes (sin capacidad de atención o trabajo), a fin de evitar bochornosas deportaciones masivas y el cierre violento de la frontera mexicana, sin permitir su movilidad hacia su verdadero destino, ha llevado a esta región del país hacia una creciente crisis humanitaria fuera de control.

Tan sólo de enero a septiembre de este año México ha registrado más de 190 mil inmigrantes indocumentados varados en la frontera con Guatemala, cerca del triple que los registrados en 2020. Además, se ha contabilizado la deportación de más de 74 mil personas, que en la gran mayoría de los casos han reingresado a la república mexicana en menos de una semana, según datos recopilados por la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación.

Si el cálculo del gobierno federal sobre las consecuencias (en inestabilidad, inseguridad y afectaciones económicas) para mantener el cerco migratorio en el sureste del país estuvo “presupuestado”, la situación no apunta a tener soluciones inmediatas; sino fue así, el futuro luce todavía más complicado. Y es que, las evidentes salidas al problema tendrían repercusiones de carácter internacional para un gobierno que se encuentra enfrentado entre sus obligaciones diplomáticas y sus aspiraciones de reconocimiento global.

Mientras tanto son las regiones del país directamente afectadas quienes padecen las consecuencias interminables. Hoy el fenómeno de las caravanas va más allá del tema migratorio; se ha convertido ya en un asunto de política interna con repercusiones económicas, sociales y de seguridad que el gobierno de México ha dejado crecer por razones bastante cuestionables que, seguramente, también tendrán sus inevitables costos políticos dentro del proceso electoral entrante… así las cosas.