Primer Plano Magazine / Noé Juan Farrera Garzón. – En Chiapas, las bebidas tradicionales no solo refrescan y acompañan los días festivos, también son un símbolo vivo de identidad cultural, memoria histórica y espiritualidad. Cada sorbo guarda la herencia de los pueblos originarios y su relación con la tierra, el maíz y la naturaleza.
El pozol, elaborado a base de masa de maíz disuelta en agua y mezclada con cacao o sola, es quizá la bebida más emblemática del estado. Considerada alimento líquido por su capacidad de saciar el hambre y refrescar, aún es popular entre campesinos que la consumen en el campo para soportar largas jornadas de trabajo.
Aunque es profundamente chiapaneca, también se consume en Tabasco, Campeche y Oaxaca, donde existen variantes con miel, leche o frutas, lo que da cuenta de su arraigo en la cultura del sureste mexicano.
Por su parte, el comiteco es un licor artesanal elaborado a partir del agave endémico de Comitán de Domínguez. Esta bebida ancestral se distingue por su sabor suave pero con carácter, que combina notas dulces y herbales, ideal para acompañar celebraciones y rituales comunitarios.
Actualmente, cuenta ya con la distinción de la Indicación Geográfica, lo que permitirá proteger y consolidar su valor cultural y económico como un orgullo comiteco, que la identifica como producto procedente de un lugar geográfico concreto, cuya calidad, reputación u otra característica, se debe fundamentalmente a ese origen comiteco.
El tascalate, mezcla de maíz tostado, cacao, achiote y canela, se sirve frío como bebida energética y refrescante. Más allá de su sabor, mantiene una estrecha conexión con la cosmovisión del maíz como alimento sagrado de las civilizaciones mesoamericanas. Para muchos pueblos indígenas, cada taza de tascalate es una forma de reafirmar la espiritualidad y el vínculo con el origen del maíz, símbolo de vida y subsistencia.
Entre las bebidas de mayor carga simbólica se encuentra el posh o pox, destilado de maíz de origen tsotsil. La palabra pox significa “medicina”, y desde tiempos ancestrales ha sido utilizada en ceremonias religiosas, rituales espirituales y prácticas de sanación. Su presencia en comunidades de los Altos de Chiapas es vital, pero en los últimos años ha alcanzado gran popularidad como bebida de degustación y coctelería, llevando consigo la esencia de la cultura tsotsil al mundo contemporáneo.
La identidad culinaria de Chiapas está profundamente marcada por estas bebidas, que no solo representan sabores únicos, sino también símbolos de resistencia cultural y de unión comunitaria. Tal como ocurre con otras bebidas tradicionales de México que dan identidad a sus regiones, como el mezcal en Oaxaca o el tequila en Jalisco, Chiapas encuentra en el pozol, el comiteco, el tascalate y el posh, una manera de mantener vivas sus raíces y proyectarlas al turismo cultural y gastronómico.
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