En julio de 2025 se contabilizaron 1,7 millones de personas desempleadas, cifra estable respecto al mismo mes del año pasado.
Ciudad de México, México. 09 de Septiembre de 2025.- El mundo laboral atraviesa transformaciones profundas que van más allá de las fronteras nacionales. La precarización, el avance de la economía informal y la desigualdad de género son fenómenos presentes en prácticamente todos los países, aun cuando las tasas de desempleo se mantengan bajas. Tener empleo no siempre significa estabilidad, pues millones de trabajadores enfrentan condiciones críticas de ocupación, insuficiencia salarial o falta de acceso a sistemas de protección social, lo que en muchos casos los lleva, incluso, a recurrir a préstamos personales para cubrir necesidades básicas o enfrentar imprevistos.
Esta tensión entre la generación de empleos y la calidad de los mismos se refleja con particular claridad en la realidad mexicana, donde los datos más recientes evidencian un panorama mixto en el que conviven crecimiento económico, ligera estabilidad en la ocupación y un avance sostenido de la informalidad.
Y es que de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), durante el segundo trimestre de 2025 la tasa de desocupación en México se situó en 2,7% de la Población Económicamente Activa (PEA), lo que representó 1,6 millones de personas sin empleo. Esta proporción fue idéntica a la del mismo periodo de 2024, aunque mayor al 2,5% observado en los primeros tres meses de este año. La PEA alcanzó un total de 61,1 millones de personas, lo que implicó un aumento de 111 mil en comparación anual, mientras que la población ocupada llegó a 59,4 millones, es decir, 114 mil más que un año antes.
Los datos muestran que los principales incrementos interanuales en la ocupación se registraron en los servicios profesionales, financieros y corporativos, que sumaron 229 mil empleos adicionales, seguidos por el comercio con 131 mil, la agricultura y actividades relacionadas con 55 mil y los servicios sociales con 12 mil. En contraste, hubo pérdidas notables en la construcción, que redujo 226 mil empleos, en los servicios diversos con 101 mil menos y en la industria manufacturera con una caída de 118 mil trabajadores.
El fenómeno de la subocupación también se hizo presente, pues 4,3 millones de personas declararon necesitar y tener disponibilidad para trabajar más horas, lo que equivale a una presión adicional sobre el mercado laboral. A ello se suma un aumento interanual de 398 mil trabajadores en el sector informal, que ya concentra a 32,6 millones de personas. Con ello, la tasa de informalidad alcanzó 54,8% de la fuerza laboral, lo que significa que más de la mitad de los ocupados no cuenta con prestaciones ni seguridad social.
Al analizar las diferencias por género, el INEGI reportó que el 75,1% de los hombres en edad de trabajar participan en el mercado laboral, frente al 45,8% de las mujeres, lo que evidencia una brecha significativa en la incorporación femenina. En cuanto a sectores de actividad, el 10,6% de los trabajadores se desempeñan en actividades primarias, el 24,5% en las secundarias y un 64,1% en los servicios, mientras que un 0,7% no especificó su ocupación. En el desglose regional, Tabasco presentó la tasa de desempleo más alta en el segundo trimestre con 4,4%, seguido por la Ciudad de México con 4% y Coahuila con 3,8%.
Si bien los datos trimestrales ofrecen una radiografía del mercado laboral en el país, los números de julio permiten observar la evolución más inmediata. En ese mes, la tasa de desempleo fue de 2,8% de la PEA, lo que equivale a 1,7 millones de personas sin trabajo. El porcentaje resultó menor al 2,9% registrado en julio de 2024, aunque mayor al 2,7% observado en junio de este mismo año.
Por su parte, la PEA ascendió a 62,5 millones de personas, lo que significó un aumento de 390 mil en comparación anual, con una tasa de participación del 60,2%, ligeramente inferior al 61% de un año atrás. De esta cifra, 60,8 millones de personas estuvieron ocupadas, es decir, 475 mil más que en julio del año pasado.
En cuanto a la subocupación, la misma se mantuvo en 7,3% de la población ocupada, lo que corresponde a 4,5 millones de trabajadores, cantidad prácticamente igual a la de junio de 2024. Sin embargo, la tasa de informalidad laboral subió a 56,1%, lo que implica 34,1 millones de personas sin acceso a derechos laborales. Es decir, mientras el país logra sostener bajos niveles de desempleo, cada vez más trabajadores dependen de actividades informales que los colocan en condiciones vulnerables.
La distribución sectorial de la población ocupada mostró que el 44,1% se emplea en servicios, 19,7% en comercio, 16% en manufacturas, 11% en actividades agropecuarias y 7,8% en construcción. Las actividades como minería, electricidad, agua y suministro de gas representaron apenas el 0,7%, mientras que otro 0,7% no especificó su actividad.
En esa línea, entre los sectores con mayor crecimiento anual destacaron los restaurantes y servicios de alojamiento, que sumaron 411 mil empleos adicionales, el comercio con 267 mil, los transportes y comunicaciones con 229 mil, la industria manufacturera con 144 mil y los servicios profesionales con 133 mil.
Al observar las cifras por género, se advierte que la PEA femenina en julio fue de 25 millones, mientras que la masculina alcanzó los 35,8 millones. La tasa de participación de las mujeres fue de 46,5%, dos décimas menos que en 2024, y la de los hombres se situó en 75,7%, con una caída de 1,5 puntos en el mismo lapso.
En tanto, en términos de ocupación, las mujeres lograron aumentar en 527 mil el número de trabajadoras, mientras que los hombres registraron una disminución de 52 mil, lo que refleja un dinamismo diferenciado entre ambos géneros. La tasa de desempleo se mantuvo en 2,7% para las mujeres y bajó a 2,8% para los hombres, tres décimas menos que en el mismo mes del año anterior.
Un aspecto relevante se vincula con la composición de la ocupación, ya que el 67,6% de los trabajadores son subordinados y remunerados, el 22% labora por cuenta propia, el 6,5% son empleadores y el 3,9% trabaja sin remuneración en negocios o parcelas familiares. Destaca el incremento de 525 mil personas en la categoría de empleadores y 180 mil en trabajadores por cuenta propia, lo que sugiere un proceso de adaptación del mercado laboral a través del autoempleo y la generación de microempresas, aunque en muchos casos con estructuras frágiles.
Finalmente, los ingresos continúan siendo un tema crítico. El 39,4% de los ocupados gana hasta un salario mínimo, aunque este porcentaje disminuyó 3,4 puntos en un año. En cambio, aumentó la proporción de quienes perciben más de uno y hasta dos salarios mínimos, que ya representan el 29,7% de los ocupados. Las franjas de ingresos superiores redujeron su peso relativo, mientras creció el número de quienes no especificaron cuánto ganan.
Jóvenes en el mercado laboral
En medio de este panorama general, la situación de la población joven merece un análisis aparte, ya que se trata de un grupo que concentra buena parte de las tensiones y contradicciones del mercado laboral mexicano. México cuenta con 30,4 millones de personas entre 15 y 29 años, lo que equivale al 23,3% del total de la población, según el INEGI. De ellos, el 51% son mujeres y el resto hombres, lo que marca una distribución prácticamente equilibrada, aunque las condiciones de acceso y permanencia en el empleo difieren significativamente entre géneros.
Del total de la Población Económicamente Activa, es decir, quienes están en edad de trabajar y participan en el mercado laboral, 15,9 millones son jóvenes, lo que representa el 14,5% de la fuerza laboral del país. Sin embargo, el tránsito de este grupo hacia un empleo digno está lejos de ser sencillo. La tasa de desocupación juvenil se ubica en 4,8%, muy por encima de la tasa nacional que ronda el 2,5%. En otras palabras, los jóvenes tienen casi el doble de probabilidad de encontrarse desempleados en comparación con el resto de la población económicamente activa.
El otro gran obstáculo lo constituye la informalidad. Casi seis de cada diez jóvenes ocupados —el 58,8%— se insertan en actividades sin acceso a prestaciones, seguridad social o contratos formales, superando la ya elevada tasa nacional. Esta situación los coloca en una posición particularmente frágil, ya que, aun cuando logran incorporarse al mundo laboral, lo hacen bajo esquemas de precariedad que limitan sus oportunidades de desarrollo a largo plazo.
Por otro lado, una parte considerable de la población joven permanece fuera del mercado laboral. La mayoría de estos jóvenes que no son económicamente activos cuenta con estudios de secundaria o de educación media superior, pero no participa en actividades productivas. Entre ellos, la principal ocupación está vinculada a la educación —es decir, siguen estudiando— o a los quehaceres domésticos. Al desglosar por género, se observa que la mayoría de los hombres en esta condición afirma no tener disponibilidad para trabajar, mientras que en el caso de las mujeres, casi el 70% señala estar soltera, un rasgo que se repite en el 98% de los varones.
En conjunto, las cifras dibujan un escenario complejo: los jóvenes mexicanos se encuentran atrapados entre la falta de empleo, la informalidad y la inactividad, pese a que cuentan con niveles educativos cada vez más altos. Esto plantea un desafío crucial para las políticas públicas, ya que este grupo no solo representa el presente de la fuerza laboral, sino también el futuro de la productividad y el desarrollo económico del país.